Las uvas son el punto de partida de esta nueva sección del blog que hoy inicia su andadura de manos de Raquel Contador. Bocados emocionales que mes a mes llegarán en forma de exquisitas palabras.
Primero de todo, permíteme hacerte una pregunta ¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando hueles, ves o sientes “uvas”?
Mi escrito se irá deshilachando y componiendo, tratando de ordenar todo lo que evoca esta palabra en mí. He de decir que mis inicios con las uvas no fueron buenos, ya que mi primera toma de contacto fue en Navidad: recuerdo a una niña quitando las pepitas de las uvas, incluso la piel –hollejo-, para comérselas casi sin saborearlas y en el menor tiempo posible.

Desde la infancia sensaciones en cada bocado
Pasa el tiempo y también se pasan las uvas –éstas me conquistaron antes, tal vez, por su dulce guiño- y cierto es que el fruto de la vid me ha ido entrando poquito a poco. Sin duda, en esta relación, puedo confirmar que “el roce hizo cariño”, creando un vínculo especial, un saber estar, un echar de menos. En mi caso, esto es gracias a su estado líquido, en el que se disfruta de la maduración y la esencia de las uvas: el vino.
Digamos pues que esta fruta a la que fui reacia en un principio, ha terminado enamorándome, besándome casi a diario “gloriosa copa de vino, divina en su camino”. -Frases de este estilo me visitan mientras escribo y, como me suenan bien, las plasmo tal cual; te acostumbrarás a ver estos tópicos entrelíneas “by me”-.

Uvas convertidas en placer adulto
¡Qué decir…! El vino ha sabido ganarse un papel fundamental en nuestras mesas, siendo compañero en sus distintas facetas de cuanto se cocine, armonizando sabores y veladas. Es, en todos los sentidos, camaleónico, puede cambiar de color, sabor, estado, adaptándose a cada situación. Así, generalmente solemos acertar eligiendo vinos “afines” a los platos a degustar, consiguiendo una exquisita armonía, pero si a ello añadimos el riesgo, y apostamos por combinaciones atrevidas, te aseguro que se convertirá en un anhelo digno de recordar.

Un producto, diferente sensaciones
Por ejemplo, solemos besar los vinos dulces con los postres, olvidando que los tintos pueden encajar perfectamente “un pastel de chocolate negro, potenciará su sabor si lo disfrutamos con un tinto poderoso”. Como sugerencia, te propongo que pruebes pastela marroquí con un moscatel.
Cómo no, también nos ameniza las fiestas, presentándose de “etiqueta”, cava o champagne, elegante y airoso; sus burbujas son protagonistas de nuestros “chin chin” en más de una ocasión.
Sin más, con este flashback en torno a la uva, he querido iniciar estos “Bocados de Emoción” que, espero, disfrutes conmigo. Bocados que rinden homenaje al sexto sentido que emana del Hecho Gastronómico.
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